En el Plan de Trabajo el educador debe tener en cuenta su encargo social y la esencia de su formación como maestro y guía de las nuevas generaciónes.


 

¿Enseñamos o Educamos?


Reynaldo Loaiza Jaramillo

De acuerdo a elaboraciones previas presentadas en el libro La Alternativa del Maestro, del cual soy autor y de discusiones propias del sector educativo, en términos generales un buen número de docentes, independientemente de su contexto geográfico  no están dispuestos, aún,  a dejar de hacer lo que siempre han hecho como “maestros”(1) . Además no están dispuestos, aún, a dejar de enseñar, dejar de dictar cátedra, dejar de cumplir una tabla de contenido, dejar de calificar. Es allí dónde comienza a tener sentido el desarrollo de un proyecto formativo integral, cuando se alcanza el cambio de actitud del profesional de la educación frente a la transformación que debe hacer de sus actitudes y de su auditorio, cuando logra transformar a los estudiantes en sus alumnos, cuando logra romper las barreras del conocimiento y permite la integración a su labor de otros campos, de otras opiniones, de otras convicciones, al fin y al cabo parte de nuestro discurso profesional lo sustentamos con la dialéctica (¿no es así?), pocas veces nos damos cuenta que convivimos en nuestra función diaria con pares académicos, la mayoría de las veces  son solo nuestros compañeros de trabajo, ah!, quedaba por mencionar la actitud frente a la libertad de cátedra, ésa que en muchos casos  relega a un nivel inferior  los intereses generales,  los principios y   la propia filosofía institucional, recordemos que estos elementos son rectores para toda la comunidad educativa y no pueden ser quebrantados por el libre parecer de las áreas, de las asignaturas o de las personas, el sustento de esta observación no solo la encuentra en la propuesta curricular del Proyecto Educativo Institucional PEI, se encuentra en los principios de autoridad y la responsabilidad civil  sustentados por Platón en la Apología de Sócrates. ahora luego de muchas reflexiones entorno al tema educativo, la experiencia acumulada y el reflejo de ello en la sociedad actual debo atreverme a asegurar que en el ámbito educativo o hemos entendido mal o hemos hecho mal uso de la libertad expresada en el artículo 27 de la Constitución Nacional.

 

Bien, entendida así la función formadora del maestro, abordemos ahora otro interrogante más: en el desarrollo curricular por proyecto de grado, nivel o ciclo ¿dónde queda el contenido del área y el contenido de asignatura?, la respuesta,  si se trata de lugar, quedarían en el mismo sitio que estaría el docente tradicional en un desarrollo colectivo, si la pregunta se refiere a la intención de los contenidos y los saberes en sí, estos se convertirán en el vehículo que permita el alcance de las metas institucionales, cuando estas se rompen por un parecer particular, ellas no tendrán como cumplirse. Es en este punto en particular igualmente que debe  analizarse la intención del maestro en el aula de clase. Normalmente,  ¿a qué va un profesor o un docente al aula?, ¿a qué debe ir un maestro?.  Y, es precisamente aquí donde se deben abordar las tres preocupaciones más comunes en nuestro sector.

 

La Primera: La cantidad de estudiantes; el número de ellos está supeditado a las dimensiones del aula de clase, por ello se justifica que en algunos casos el  docente común vaya al aula a dar una conferencia ya que para realizar actividades motivadoras se debe evacuar  el mobiliario o termine por realizarse la clase en otro espacio diferente al aula, la cancha por supuesto, las zonas verdes, los patios, hay más espacio. Esperemos que las políticas de cobertura no cobijen también la necesidad de abordar sus medidas,  a menos que sea para mejorar la infraestructura escolar.  Es cierto,  tenemos más estudiantes de los que pudiésemos aprovechar  para obtener mejores resultados con ellos, pero si bien es cierto, si tuviésemos un número inferior por grupo,  pero continuamos haciendo lo mismo de siempre los resultados serán…los de siempre. La solución, por lo menos en la realidad actual, cambiar el paradigma educativo, orientar procesos formativos en masa no es lo mas adecuado pero,  si cambiamos la estrategia, aún con los grupos numerosos que hoy tenemos, algo se puede lograr. Es decir,  si actuamos como maestros  pedagógica y curricularmente en masa, organizada por supuesto.

 

La segunda: El tiempo para desarrollar la tarea. Cuarenta semanas,  que hoy es el estándar en nuestro país, aparentemente no resultan suficientes, más aún cuando pensamos en términos de horas de clase, una, dos, tres, a veces ni cinco;  normalmente la frustración de fin de año de algunos docentes es la de no haber alcanzado a abarcar todos los contenidos que se habían planeado para desarrollar en el año escolar, es común que la autoevaluación del docente respecto a lo que alcanzó a evacuar, entendido  como lo que llevó al aula, no pase del 60%, y los argumentos para ello no se dejan esperar: es que son muy perezosos, es que no hacen tareas, es que no estudian, es que venían muy mal preparados, es que los campeonatos, es que después de vacaciones llegan desubicados, es que hay que repetirles mucho a ver si de pronto, es que no razonan, es que en la casa no les exigen, es que la televisión, la música, el internet, el centro comercial,… y la lista continúa. Y, continuando con la línea de interrogantes, aquí se debe plantear otro, ¿en verdad el problema es cuánto se lleva al aula para ser evacuado o la intención  de lo poco o mucho que se lleve para alcanzar un objetivo?

 

La  Tercera: La Calificación. Y, hay que decirlo así escuetamente. En nuestro medio persisten confusiones  entre lo que representa la evaluación, la valoración y la calificación. Evoquemos en nuestra memoria cuando nuestros estudiantes(dentro de poco,  alumnos) nos increpan por no VALORAR , lo que desean que nosotros les valoremos, ¿qué están reclamando?, normalmente este reclamo va luego de una calificación, ¿ahora entiende la diferencia?, ellas y ellos la entienden mejor que nosotros, están pidiendo que no califiquemos mas, que les digamos qué es lo que hay que corregir, qué es lo que hay que replantear, en caso extremo qué es lo que hay que volver a hacer; que les digan qué  está bueno (valoración) y qué está mal(valoración) para corregir, sin embargo sé de muchos colegas que se cierran a la NOTA; "eso es y ya", "ya perdió la materia", "¿por qué no se quejan los que ganaron?", bien que conocemos estas expresiones, a lo mejor de usted y de mi también en algún momento nuestros alumnos las llegaron a escuchar, pero hoy afortunadamente estamos reflexionando al respecto y estamos corrigiendo. A veces llego a pensar que en eso radica el temor de muchos docentes, por lo menos de mi ciudad,  a llegar a ser evaluados por parte de nuestros estudiantes (no estoy confundido al usar el término en este apartado), esos que esperamos ansiosamente  lleguen algún día  a VALORAR nuestro trabajo. He ahí lo que considero se debe replantear, estamos calificando trabajo como conocimiento adquirido con escalas subjetivas (hay quienes incluso le atribuyen valores decimales) y no estamos valorando esfuerzos y orientando procesos, eso es evaluar. ¿En esos términos le temería usted a una evaluación de su labor? (obsérvese que no me referí a trabajo).

 

En conclusión a este respecto,  el problema no es una escala valorativa, en últimas si se entiende la función particular en un desarrollo de colectivo,  la evaluación sale a flote por sí sola independientemente que sea por decreto o no, y respecto a ello concluir en qué circunstancias se encuentra el alumno o la institución con respecto al estándar nacional que solo da cuatro posibilidades, igual al básico, por debajo del básico, por encima o excepcionalmente por sobre el básico. De lo cual no veo mayor discusión, pero sí la necesidad de unificar la implementación colectiva de estrategias que permitan conclusiones de colectivo respecto a los alcances de las metas institucionales en cuanto a objetivos, logros y competencias por parte de nuestro alumnado. Y, no podemos, habiendo ya  abordado este tema dejar de lado el otro asunto de la educación como se ha tratado hasta este punto, es el referente a la Educación Superior y hay que dejar,  por lo menos la inquietud,  que en algún momento debe abordar el Sistema Educativo, el Estado ,  el Ministerio de Educación o directamente las instituciones universitarias acerca de la distancia conceptual enorme que habla de la  humanización de la educación, la educación por competencias y la discontinuidad de este proceso en el aula universitaria,  en la cual el estudiante siente con mayor rigor la frustración de llevar un ritmo de formación en el cual debe ver su avance de acuerdo a sus capacidades,  enfrentado ahora a un avance en su profesionalización basado en calificaciones.

 

 

 

 

 

 

 (1) Aclaro, particularmente conceptúo que el termino maestro se aplica a un educador con una intención  formadora, con un alto grado de flexibilidad entre lo que debe compartir y lo que quiere extraer de su alumno mientras que el termino de profesor, es el portador de una información y el docente es el que la transfiere, para estos  existen los estudiantes, los que van a un ejercicio formal de capacitación,  no los alumnos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La reflexión educativa y formativa, debe ser un proceso permanente en la mente del maestro y las organizaciones educativas para avanzar en sus prácticas y el desarrollo de su filosofía institucional, esa es la mejor alternativa del maestro.
El tema de la juventud y la familia. Contrasta con el concepto de educación y cobertura, cuando en el aspecto social y económico parece que el ingreso es preocupación mayor que el destino y proyecto de vida de niños y jovenes.

 
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